miércoles, 30 de octubre de 2013

Goebbels resucita en la España del PP

Montoro, Goebbels y Cospedal
Paul Joseph Goebbels, fue ministro de Propaganda de la Alemania nacional-socialista de Adolf Hitler, y pasó a la historia por ser uno de los mayores manipuladores de información. Pues bien, a pesar de haberse suicidado junto a su mujer después de envenenar –eso se dice- a sus seis hijos, Goebbels, resucita en la España del año 2013.
¿Por qué hago esa afirmación? Basta escuchar diariamente, la campaña de optimismo, que ciertos miembros del Partido Popular (PP), del Gobierno de España y de los medios de comunicación de la caverna –encabezados por La Razón y por ABC-, para darse cuenta de ello. Por eso hago la analogía con Goebbels. Propaganda, pura propaganda.
El dirigente alemán, usaba 11 principios que utilizaba en sus mensajes: son los llamados “11 principios de la propaganda de Goebbels”. Los iremos identificando y haremos las coincidencias absolutas, con la comunicación usada por los anteriormente citados.

Principio de simplificación y del enemigo único.
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
En este caso, el enemigo es el PSOE, y más concretamente Rodríguez Zapatero, causa de todos los males que asolan a España. Desde la estafa bancaria, hasta la última decisión del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo con la abolición de la doctrina Parot.

Principio del método de contagio.
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
Los adversarios son todos aquellos que no piensan como ellos, y en este caso, los reúnen a todos en la categoría de izquierdistas anti-patriotas y/o separatistas.

Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
La célebre herencia recibida y el ya tristemente famoso “y tú más”. Pero está mucho más claro en echar todo tipo de culpas dolosas a los partidos en la oposición. El caso de los EREs en contraposición al
escándalo Bárcenas, acusar a la oposición de no demócratas, utilizar subterfugios jurídicos para ir ocultando el caso Gürtel, y muchos más que usted lector puede aportar. La acusación del ministro Wert de no dialogantes a toda la comunidad educativa, empezando por los alumnos y los padres, siguiendo por los maestros y profesores y terminando por el Consejo de Rectores, cumple en su totalidad este principio.

Principio de la exageración y desfiguración.
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
¿Recuerdan cuando el Jefe de Policía de Valencia tachó de “el enemigo” a los estudiantes que se manifestaban? ¿Recuerdan como fueron definidos los “escraches” efectuados a González Pons y a Soraya S. de Santamaría? ¿Recuerdan la forma de informar de La Razón, ABC, Intereconomía y Canal 13TV de los asentamientos del 15M? Daba la sensación –en todos los casos expuestos anteriormente-, que nos encontrábamos casi en un “estado de excepción”.

Principio de la vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
“Somos el partido de los trabajadores”, cacareó Cospedal en su día. “Los Presupuestos Generales del Estado son los más sociales de la historia de España”, llegó a decir Cristóbal Montoro. El tema de la subida de las pensiones, entra de lleno en este apartado. Todas las medidas tomadas con la nueva ley de educación –LOMCE-, están destinadas a la vulgarización intelectual de la población menos favorecida desde un punto de vista económico, población que será más permeable a las doctrinas propagandísticas emitidas desde el poder establecido.

Principio de orquestación.
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
Los argumentarios repetidos hasta la extenuación por ministros, Cospedal, Floriano, González Pons y otros, como el “no me consta” de los sobres, “estamos saliendo de la crisis” o “ya hay luz al final del túnel”, son de sobra conocidos y cumplen a la perfección con el principio de orquestación, todo ello apoyado por los habituales vehículos de comunicación social.

Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Cada vez que el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy o sus títeres –Cospedal, G. Pons, Carlos Floriano, Soraya S. de Santamaría, Cristóbal Montoro, Fátima Báñez, Luis de Guindos, en fin, todos los que ustedes saben- tienen una comparecencia, bien sea pública, bien sea en el Congreso, bien sea en una rueda de prensa, en vez de contestar a las preguntas, se dedican a lanzar nuevas ideas o a atacar a los contrincantes políticos y sociales.

Principio de la verosimilitud.
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.
El ejemplo más palpable es la intervención del ministro Montoro en el Congreso de los Diputados, cuando aseguró que los salarios en España no habían bajado, si no que sufría un “moderado crecimiento”, haciendo uso de un documento antiguo de un sector muy específico. De igual modo, la acusación vertida por la Vicepresidenta del Gobierno, sobre 500.000 parados, que según ella, “estafaban” a la Seguridad Social.

Principio de la silenciación.
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
Vean las portadas de La Razón, ABC y La Gaceta, o los editoriales de la COPE, Canal 13TV o
Interconomía, además de los informativos de TVE.

Principio de la transfusión.
Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
El comunismo es el lobo que todo lo come. Cuando se quedan sin argumentos, te envían a Cuba o a Corea del Norte. Recuerdo a Esperanza Aguirre llamando comunistas –con todo despectivo y de insulto- a los representantes de IU en la Comunidad de Madrid, cuando le criticaban los inicios de la privatización de la sanidad madrileña.
En España, el miedo a la República y al comunismo –todo aquello que no sea de derechas y católico, apostólico y romano es comunismo-, tiene un sustrato de temor en buena parte de la población.

Principio de la unanimidad.
Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.
¿No se acuerdan lo de la “mayoría silenciosa”? ¿Y las cifras menguadas de las manifestaciones? El menosprecio por las opiniones en contra, hacen que el operativo de comunicación del Gobierno y del partido en el poder, siga a rajatabla este principio.
Sin embargo, pienso que el mayor ejemplo, es el de “no podemos hacer otra cosa” en la línea de las políticas económicas del país.

Ojalá que los mensajes optimistas se cumplan, pero la realidad es que en la calle no se palpa la recuperación. Los índices de pobreza aumentan, el poder adquisitivo disminuye, la emigración se dispara, el paro de larga duración se incrementa, la desnutrición infantil aparece en nuestras vidas, las condiciones laborales se deterioran, mientras los beneficios bancarios se multiplican, los millonarios suben un 14% y las prebendas de los políticos y allegados se mantienen.
Al menos, ¡No nos tomen por tontos!

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